Privilegio y lucha: Mi primera Marcha de Orgullo
Por Lauce Colón Pérez
Era un día soleado, el aire estaba salado y la brisa hacía bailar a las banderas de orgullo queer que cubrían al Parque del Tercer Milenio; era el día perfecto para arrancar el mes de orgullo con la celebración de la Marcha de Orgullo en San Juan. No sólo era mi primera vez celebrando Pride, sino que también mi primer día de internado de verano como Recurso de relaciones públicas para Aché T.O.P. Además de manejar sus redes sociales y redactar artículos para su blog, estaría funcionando como el fotógrafo histórico del programa, dándome la oportunidad de capturar momentos inolvidables durante mi primera marcha de orgullo.
Llegué a la carpa de Coaí Inc. en los previos del festival, donde los equipos de Aché T.O.P. y Trans Tanamá montaron una operación para proveer pruebas de VIH e ITS a los visitantes de Pride San Juan, sin embargo llegué al lugar equivocado. “No es aquí, Papi,” me dijo José Mulinelli, director ejecutivo de Coaí Inc, con una cálida sonrisa, “La marcha comienza en el Parque del Indio en Condado, luego terminamos aquí… ¿Quieres pon?”
De camino a Condado, el chofer (José) comenzó a recibir llamadas sobre la logística de la marcha; el orden de las organizaciones marchando, la localización del voluntariado, entre otros asuntos. “La guagua de sonido principal aún está por Hatillo,” le comentó José a su esposo, Peter, al colgar el teléfono, “Esto atrasará la marcha por lo menos una hora.” En ese momento puse todas las piezas juntas y comprendí que mi jefe no era cualquier voluntario, sino uno de los coordinadores principales de la Marcha de Orgullo de San Juan.
“Llevamos marchando desde la primera Marcha de Orgullo en el ‘91,” compartió Mulinelli al doblar hacia la carretera #26, “esa fue realizada por la organización Herencia de Orgullo Gay, bajo la dirección de la activista transexual y revolucionaria de Stonewall, Christina Hayworth.” Luego de este histórico evento, el Colectivo Orgullo Arcoíris (COA), antes conocido como Coalición Orgullo Arcoíris, tomó la responsabilidad de organizar la marcha desde el 1992, dirigiéndola hasta el día de hoy. José Mulinelli, con más de 30 años de activismo luchando por los derechos LGBTTQQI, lleva trabajando y coordinando el evento desde entonces.
“En esa primera parada apenas marchamos unas 200 personas,” recordó José al tomar la salida que nos llevaría a la calle principal de Condado, “lo hicimos con mucho miedo, ya que no sabíamos qué podíamos esperar.” En esa histórica manifestación de orgullo en Puerto Rico, que salió del parque Luis Muñoz Rivera y terminó en la Plaza de la libertad (hoy el estacionamiento de Burger King en Condado), los participantes fueron sujetos a discrimen, rechazo y agresión de parte del pueblo. “Nos lanzaron huevos desde los balcones, la policía no reaccionaba ni intervenía a estos ataques, incluso, estos no usaban sus placas para evitar repercusiones…” narró Mulinelli.
Sin embargo, José ha sido testigo de una evolución drástica en cómo la mayoría de los puertorriqueños han abierto su mente a la aceptación e inclusión de la comunidad LGBTTQQI. Luego de casi 30 años de tradición, la Marcha de Orgullo de San Juan pasó de un evento que tenía como propósito el ser vistos, escuchados y reconocidos ante un país sin equidad a un festival donde todo tipo de persona (“del ambiente” o no) se unen para celebrar la diversidad que compone esta minoría, la equidad y derechos que gozamos hoy y la libertad de caminar en la calle y exponer quiénes somos, ni más ni menos.
Llegar al Parque del Indio en Condado fue como transportase a otra dimensión mucho más colorida. Lo que conocía como el sector más caro y exclusivo de Puerto Rico se transformó en una galería andante, en donde cada marchante era una pieza de arte única e individual que expresaba su auténtico ser mediante banderas, letreros, accesorios, maquillaje y vestuarios coloridos. Caminé a través del parque y a lo largo la calle McLeary, retratando y admirando toda la diversidad que me rodeaba. Desde parejas, grupos de amistades y familias ondeando banderas y reluciendo camisas de orgullo, hasta drag queens, presentadores y simples individuos queers luciendo vestuarios y maquillajes extravagantes, creativos y coloridos.
La mayoría de estas obras de arte eran representantes de grupos, empresas u organizaciones que, de alguna manera u otra, velan, promueven, y/o defienden los derechos e intereses de nuestra comunidad. Estos colectivos se distinguían entre sí a lo largo de la multitud lineal mediante pancartas, camisas uniformes y hasta carrozas increíblemente decoradas. Alguno de estos eran Puerto Rico CoNCRA, Comunidad Osos de PR, y claro, los programas de Coaí Inc.
Coaí Inc. era el segundo colectivo en fila, convirtiendo nuestra flota una de las principales de la marcha. Esta era una guagua de sonido con una plataforma decorada en dónde los miembros del equipo lanzaron camisas, carteras y otras sorpresas a los espectadores. El resto del voluntariado marchó a pie mientras repartían “prevention kits,” bolsas zip-lock con condones, lubricantes e información sobre prevención de HIV e ITS.
“Comencemos el conteo regresivo para arrancar la Marcha de Orgullo 2019!” anunció mi jefe a través del equipo de sonido por el cual tanto esperamos. Los marchantes irrumpieron en gritos de júbilo y aplausos como respuesta, para luego comenzar el conteo en unanimidad: “Tres… Dos… Uno…” Al este culminar, la música comenzó con el icónico éxito de Diana Ross “I’m Coming Out”, minutos seguidos con un aguacero imprescindible que nos ensopó de pies a cabeza.
La lluvia parecía reinvindicar las energías de los marchantes, una especie de manifestación de carácter y aguante al reclamo de un espacio con orgullo y sin excusa. Cuando la multitud comenzó a moverse fue como si un interruptor fue encendido, inundando a Condado con una tangible energía llena de adrenalina, celebración y sobre todo, amor. Al ritmo de las trompetas de la canción los marchantes agitaban sus banderas de orgullo, mostraban sus pancartas con mensajes sociopolíticos o simplemente bailaban con toda la libertad de mundo.
A mi derecha tenía a una transformista vogueando hasta el suelo mientras abría y cerraba su abanico de mano al ritmo de la música. Simultáneamente, a mi izquierda, se encontraba un muchacho sin camisa, pero con los tacones más altos que he visto en mi vida, marchando en la calle con sus manos en la cadera como si fuese una pasarela de moda; todo esto luciendo una bandera de orgullo colgada de sus hombros. Esto son sólo dos ejemplos de los cientos y cientos de participantes que lo dieron absolutamente todo celebrando su ser más auténtico.
Así como los marchantes continuaron celebrando su orgullo a pesar del diluvio que caía, igual hicieron sus espectadores en las aceras. Desde los altos balcones de Condando hasta los frentes de las localidades, la gente detrás de la soga aplaudía, bailaba y celebraba con nosotros. Muchos participantes corrían a los lados para abrazar a familiares, amigos o completos extraños, haciendo un despliegue de amor y aceptación que me mantuvo sonriendo a lo largo de todo el día.
Cuando la marcha se acercaba a su fin decidí correr hacia el frente de esta, donde encontré a José dirigiendo el gran colectivo hacia el puente de los Dos Hermanos. A lo largo de la manifestación, Mulinelli presentó varios discursos centrados en los reclamos de la marcha 2019, como la repudiación de los proyectos de terapias conversión y de libertad religiosa evaluados por nuestra Asamblea Legislativa.
Al cruzar el puente, la multitud se dirigió a donde comenzó mi día: el Parque del Tercer Milenio. Cerca de la costa arenosa del parque se levantó una tarima que fue el centro de espectáculos de dragshows y presentaciones musicales. Esta estaba situada frente a la gran colina verde que compone el centro del parque, donde cientos de personas bailaron, disfrutaron y celebraron la diversidad, los derechos ganados y el amor durante el resto del día.
Luego de un día completo de marchar, bailar y celebrar quiénes somos, me dirigí a donde José. “¡Me siento en un lugar de privilegio!” le confesé con muchísima emoción. Di un largo discurso sobre cómo la parada que disfruté hoy no comparte ningún parecido a la que me describió de hace tres décadas atrás; sobre cómo él, junto a muchos otrxs, recibió rechazo, odio y discrimen para yo tener la libertad de celebrar y amar. “Es por activistas como tú que tengo la libertad de celebrar quien soy…” concluí, “¡Por ustedes ponemos celebrar!”
Como respuesta, José me dio una sonrisa cálida, un beso en la mejilla y un abrazo. “Sí, es bueno celebrar el progreso y el privilegio que tenemos,” me dijo con compasión y firmeza al separarme de sus brazos, “pero tampoco podemos perder la perspectiva que aún estamos luchando constantemente por mantener nuestros derechos.” Continuó dándome ejemplos de cómo nuestra batalla no ha terminado. Desde la prohibición de personas transgéneros en la milicia de Trump en EE.UU. y el recorte de nuestros derechos por el proyecto de ley de libertad religiosa en Puerto Rico, hasta el discrimen y luchas fuera de nuestra comunidad.
“… en los últimos años hemos visto un retroceder en estos derechos, la perdida de algunos y la exposición a la posibilidad de perder todo lo que se ha logrado… ¡La lucha continúa, Lauce!”
– José Mulinelli
Hoy día disfrutamos la libertad y el derecho de marchar en las calles de nuestro país tal y cual somos: como gays, lesbianas, bisexuales, personas transgéneras, no binario o non-gender conformant, transformistas, masculino, femenino, buchas o “maricones,” independientemente de cómo te identifiques, tenemos el privilegio de gozar esa libertad por todxs aquellxs activistas que recibieron huevazos, piedras y rechazos antes que yo naciera. Por ende, no podemos ponernos demasiado cómodes.
Debemos dejar de ver Pride como una fiesta en donde se vaya a bailar, beber y disfrutar de las relaciones y contactos que tengamos los unos con los otros, sino tomar esta oportunidad para ser activistas nosotros mismos. Tomar la voz que nos han dado las pasadas generaciones de activistas queer para refutar el discrimen, las legislaciones y todo lo que amenace nuestros derechos.
Esta marcha es una de cientos a través del mundo donde, no sólo celebramos nuestro orgullo de ser quienes somos como comunidad, sino que también funciona como una plataforma para la denuncia sobre violaciones de derechos humanos, de visibilidad de nuestras comunidades, y de educar a la sociedad sobre asuntos que nos conciernen. Más que un pariseo anual, la Marcha de Orgullo es una larga tradición, nacida de odio y opresión, que mantuvo, mantiene y mantendrá nuestra comunidad vida mediante la exposición visible de nuestro orgullo, lucha y amor.